Me alimento de múltiples detalles que accionan el interruptor de mi estado de ánimo: ahora encendido, ahora apagado. Una llamada, un mensaje, un recuerdo, una canción, una lectura, un logro, un deber cumplido, una mirada, un beso, una palabra... saben más y mejor que el más preciado de todos los bocados.
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